Eva
Pelo corto, alta para su época, corpulenta, fuerte, andaba con las manos vueltas hacia detrás, unas manos enormes llenas de callos, trabajadas. ¿Maquillaje? No la abuela. Llevaba una especie de vestidos sueltos, que no dejaban adiviniar ni un mm del cuerpo que podría existir debajo, todos eran parecidos, grises, marrones, azules marino, florecitas o lunarcines, siempre por debajo de la rodilla. Odiaba cocinar, lo hacia fatal. Todo sabía a lo mismo: patatas, lentejas, cocido… un único sabor. Tampoco le gustaba coser.
– ¡Por lo menos echar un remiendo! Y eso hacía, no cosía, remendaba.
Sí le había gustado trabajar en el campo, con su padre. Sembrar, recoger la siembra, trillar, cargar, descargar, precios, ventas… No era dada a muestras de cariño, ni ternura, no sabía dar besos. Parecía siempre enfadada.
- ¡Pero qué suerte haber nacido hombre!- repetía a menudo
Yo la entendía. Eva, traeme un cuchillo. Eva, ordena tu habitación, que parece una leonera. Eva friega los platos. Eva, haz el cuarto de baño. Mientras mi hermano estaba allí, al lado, sentado viendo la televisón o jugando en el patio o en la calle. Eva, aprende a coser, hija. Con lo bien que lo hacen tus tías. Eva, sientataté con las piernas juntas. Eva, no grites tanto que pareces una verdulera. No tenía espacio. No tenía oxígeno.
Sin embargo, los chicos en el patio del colegio, lo ocuban entero, se liaban a gritos, ellos sí se sentaban con las piernas abiertas, tanto que los puìtres donde había dos chicos parecía que iban a reventar. Si te tocaba uno de compañero, tenías que luchar por tu espacio, empujar, rodillas, codos, fijar una línea, hasta aquí tú, desde aquí yo.
Entrenados y bendecidos para ocupar el espacio, llenarlo, invadirlo. La aulas, los pasillos, las mesas jugando al mus en la cafetería de la universidad, las barras de los bares, las juntas de estudiantes, las reuniones de partido. Nosostras también estábamos allí, a veces en abrumadora mayoría. Éramos incluso representantes de alumnos. A veces lográbamos alzar la voz, por encima de la ellos y conseguíamos durante un instante atención suficiente como para pasar el mensaje, ser oidas. No escuchadas.
Fue ahí, en las reuniones del partido, donde empezaron las primeras bajas. El espacio físico y sonoro siempre había estado ocupado por ellos, a pesar de la evidente mayoría de chicas, pero ahora cada vez éramos menos. En el posgrado en Derecho Mercantil, en el de Derecho Internacional. En las entrevistas de trabajo. No recuerdo haber sido entrevistada nunca, para ningún trabajo por una mujer. Hombres en el ascensor de la empresa, hombres en los pasillos, en la sala de espera, en el lado de la mesa en el que se iba a decidir mi futuro profesioanal. Hombres mirando de abajo a arriba. Directores de departamentos, de empresas y universidades, con una secretaria o varias. Directores de teatro de un grupo de actrices- eficientes fregadoras de suelo y baños teatrales (alternativos). Directores de festivales teatrales con un sólido equipo de (mujeres) telefonistas, contables, programadoras, diseñadoras gráficas, siempre dispuestas a hacer una fotocopia y un café. Ministros de educación en un país donde las profesoras son mayoría, ministros de sanidad de una nación cuidada por enfermeras, presidentes de gobiernos y primeros ministros que deciden el destino de una población cuya mitad son de un sexo que desconocen por completo y por el que no se interesan en absoluto. A partir de cierto momento solo hay ELLOS.
¿Dónde está aquella mayoría de estudiantes universitarias que se graduaron conmigo, muchas de ellas con matrículas honor, dos idiomas y un posgrado?
– Mi marido ganaba ya entonecs más dinero y alguien tenía que quedarse con los niños. Mi sueldo se hubiera ido en niñeras y mujeres de la limpieza. Trabajo en una oficina, de contable. Llevo el papeleo de una empresa, a tiempo parcial. Ayudo en un bufete de abogados, mi jefe es muy simpático. Estoy en el Ayuntamiento, en programas sociales, ¡un trabajo tan bonito! Soy maestra en un cole. Educadora social, con un grupo del barrio, trabajo de campo, con la gente, ya sabes lo que me gusta la gente. Funcionaria. Funcionaria. Funcionaria, de 8am a 3pm y luego a recoger a los niños, actividades extraescolares, comidas, la casa. Mi marido gana más…
Esposa-madre-criada.
Hija de Miguel. Hermana de otro Miguel. Madre de Alex. Dziękujemy Panstwu Misiewicz, za cudowną propozycję!… Eva Rufo. Me llamo Eva Rufo.
Invisible.
Si hubiera nacido hombre…
Primera alcaldesa. Primera mujer miembro de la Real Academia de la Lengua. Primera rectora de la universidad en sus 100 años de existencia. Es la primera ministra del ejército de la Democracia. La primera presidenta de Chile, ha vuelto a ser elegida. Primera presidenta de Argentina, ocupa el puesto tras su marido. Primera presidenta de Nueva Zelanda, da de mamar a su hijo recién nacido durante un pleno Parlamentario.
- Lo ves, hay mujeres en los puestos de poder. Thatcher, Merkel.
¡¡¡S Ó L O T I E N E S Q U E Q U E R E R!!!!.
Seguir, siempre, luchando por tu espacio, por tu oxígeno, por ser oída, por no desaparecer. Empujar, codos, rodillas, hasta aquí, tú…desde aquí…yo.
O desaparecer.
A la abuela Emilia.